Diciembre se escabulle y la Cámara de Diputados finaliza el año parlamentario envuelta en un clima de crispación inusitada del que no logra sobreponerse. El escándalo de insultos y acusaciones cruzadas que protagonizaron oficialistas y opositores en la última sesión laceró los códigos de convivencia más elementales, a tal punto que toda la actividad del cuerpo quedó paralizada y sin atisbos de reanimarse.
Hasta ahora los gestos de acercamiento han sido tibios. El martes pasado, Germán Martínez, jefe del bloque oficialista, y su par del radicalismo, Mario Negri, se reunieron en un intento por deponer las armas. Ni al oficialismo ni a la oposición les sirve la imagen de una cámara paralizada por el estigma del escándalo. Martínez propuso celebrar una sesión el miércoles próximo con un temario consensuado: una tregua para apaciguar los ánimos. Negri desconfía: quiere garantías de que el kirchnerismo no usará la sesión para victimizar a Cristina Kirchner por el fallo judicial que la condenó por fraude al Estado. La mecha podría encenderse otra vez en el recinto y todo podría volar nuevamente por los aires, advirtió.