Algo está pasando por fuera del círculo rojo que a su vez empieza a permear en el mismo. La reacción de los hinchas de fútbol, agrupados habitualmente en las barras bravas, tiene otro significado del que tuvo en el pasado y que rige en buena parte de sus reacciones frecuentes, movilizados siempre en base a conservar o ampliar su capacidad económica o beneficios para sus miembros.
Todo nació de un grupo de hinchas “reconocidos” del club Chacarita Juniors, donde la política está muy involucrada con la cotidianeidad del club al ver la represión sufrida por los jubilados que reclamaban frente al Congreso de la Nación la semana pasada. Rápidamente, su anuncio de apoyar la próxima marcha de jubilados que volvió con la frecuencia semanal concitó la adhesión de otras hinchadas.
Bajo el lema “con los jubilados no”, el reclamo no tiene que ver con el magro ingreso que reciben mes a mes, algo que viene sufriendo la clase pasiva desde hace décadas sino por el atropello que sufrieron los manifestantes durante dos jornadas consecutivas. La diferencia entre las fuerzas de seguridad dispuestas por Patricia Bullrich en su consigna anti piquete y los “revoltosos” reclamantes era notable, a pesar del “refuerzo” que tuvieron de fuerzas de izquierda.
Las primeras marchas las convocaba la recordada Norma Plá, quien discutió con Domingo Cavallo cara a cara y en la que el ex ministro de Economía aceptó que él no podía vivir por menos de US$ 10.000 dólares por mes. Con Javier Milei no solo volvieron Martín y Lule Menem, Daniel Scioli y Yuyito González, sino, también, las protestas por un mejor ingreso de la “clase pasiva”.
La marcha no genera preocupación en la Casa Rosada, donde la mayoría de las acciones contra el Gobierno se toman como una provocación. Pero sí empieza a captar la atención de una dirigencia política que no sabe cómo entrarle a un presidente que los puso a todos en penitencia por los desaguisados del pasado reciente.
“Está bien que sea la gente, aunque lo hagan a través de las hinchadas… Llega a haber un disturbio grande y las puteadas de todos los fines de semana van a ser un clásico”, le dijo a nuestra redacción un legislador que hace quince días no pudo salir del edificio del Congreso porque la policía así lo había dispuesto por más que aquella movilización fue la más reducida.
El escándalo de $Libra sucumbió al poder y se vive como un terrible error en el despacho presidencial porque “fue toda mía”, como lo reflejó el presidente en privado. ¿Se hará cargo él porque tiene mucha más espalda que su hermana Karina?, quien en las encuestas tiene más imagen negativa que positiva entre los que la conocen. Todavía creen que fue un error personal, que no puede controlar la división entre lo propio y lo institucional. Sin embargo, ahora parece haber repetido el problema al promocionar becas de un instituto privado cuyo dueño es su amigo Benegas Lynch.
El año pasado, a esta altura, era la CGT la que marchaba y organizaba paros generales sin mayor sustento que la hipótesis de recortes y destrucción de empleos. La gente no acompañó porque la bronca con el pasado y el deseo de que “a Milei le vaya bien” era muy grande. Eso ahora cambió, o al menos empezó a modificarse gradualmente la percepción sobre la gestión del gobierno, sus habilidades para gobernar y los métodos que utiliza para enfrentar la crisis.
La central obrera terminó desplazada por el peso de la realidad. Las movilizaciones o protestas en defensa de los trabajadores del estado despedido o cada vez más precarizados son mínimas. Ninguna marcha tiene significancia y están lejísimos de las que armaron el 1 de abril de 2017, en uno de los momentos más difíciles del gobierno de Mauricio Macri, que terminó ganando con amplitud las elecciones de medio término, seis meses después.
Puede que esta historia se repita ahora y por más defectos que se empiecen a notar, la idea de la estabilidad económica, apalancado en una recesión de las actividades comerciales e industriales, puede alcanzarle a Milei para erigirse en el gran triunfador de 2025. Pero ojo con el mensaje de los hinchas, que son en definitiva parte de la sociedad que le dio el voto popular sobre el peronismo.
Con su experiencia y fineza de observador, Joaquín De la Torre, cuando era oficialista e interactuaba con los actuales dueños del poder nacional, les alertaba que lo más importante que tenían por delante y que debían cumplir era resolver el problema de la inflación y la inseguridad, incluido los piquetes. “Estas son las obligaciones centrales de este gobierno. Una vez que termine con eso, pueden venir otras batallas”, alertaba. Lo que nunca pensó es que los escándalos más importantes provendrían de las entrañas de la Casa Rosada, cada vez más gustosa de propuestas innecesariamente vulgares, como definió Elisa Carrió.